Dark Light

Si comprobamos en la RAE el significado de la palabra “optimismo” se nos señala lo siguiente:

optimismo

Del fr. optimisme, y este del lat. optĭmus ‘óptimo’ y el fr. -isme ‘-ismo’.

1. m. Propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable.

2. m. Fil. Doctrina que atribuye al universo la mayor perfección posible.

Por tanto, una especie de sesgo cognitivo que tiende a ver las cosas favorablemente. Así, tenemos la convención de considerar a las personas etiquetadas como optimistas de ser ingenuas. Ya que “ver las cosas buenas a futuro”, sin fundamentos en ningún sitio, son ilusas esperanzas.
Y, como todos en algún momento hemos sido niños o niñas, y con ello, ilusos esperanzadores por la educación recibida, pensar favorablemente en el futuro en la edad adulta es tachado como rasgo de idiotez o infantilismo.

Ahora, observemos la definición de la palabra de la que procede. Es decir, su origen etimológico:

  • óptimo, ma Del lat. optĭmus.
  • 1. adj. Sumamente bueno, que no puede ser mejor.

Cuando alguien dice, “vamos a optimizar éste servicio, ésta empresa, ésta labor, etcétera” nadie considera que se está intentando llevar a la misma a una concepción esperanzadamente ingenua. Es decir, tenemos claro que la “optimización” es sinónimo de mejora.
O al menos, entendemos claramente que existe una pretensión de encontrar la mejor forma posible en la acción.

Soy el optimizador de mi vida

Fue el escritor Terry Eagleton, en su obra Esperanza sin Optimismo“, quién definió adecuadamente ésta confusión etimológica. El optimista en realidad, se basa en la concepción óptima de su presente, si así lo es. Es decir, soy optimista porque estoy haciendo las cosas de la mejor posible, entendiendo razonablemente mis circunstancias.
Y por tanto, no sustento mi proyección en una realidad ineficaz con esperanzas de mejora. El optimista que basa su visión favorable de los acontecimientos, a un “mágico cambio exterior en un futuro” es el iluso. Es decir, tiene esperanza como refugio de su desesperación.

En cambio, en ésta nueva concepción de la palabra, el optimista es aquel que pretende mejorar constantemente los aspectos defectuosos de su vida. Y en base a la calidad de éstas mejoras, proyectar entonces un futuro mejor. Creo que queda clara la diferencia.

Confianza, no esperanza

Sino tenemos fe en nosotros o en algún aspecto de nuestra vida, es porque no confíanos. Obvio. Ya que, notamos que algún aspecto no da resultados razonablemente favorables.
Nos falta conocimiento ante lo que perturba esa acción.
Nos falta conocimiento y comprensión ante el problema o reto a enfrentar. Es entonces, cuando la esperanza carece de valor, y su defensa, por linda que sea su expresión, señal de vivir en una profunda desesperación.

La esperanzas ante los problemas, sin pretender mejorar por nosotros en algún aspecto, no es más que una evasión psicológica.

El optimista optimizador, confía en su futuro porque confía en lo que está haciendo ahora. Sabe que dentro de un margen razonable está convirtiendo en cada vez más óptimas sus habilidades, sus acciones, sus campos sensibles.
En la medida en que su experiencia en la optimización se optimice, valga la redundancia, dispondrá de mayor confianza hacia sí mismo, y por tanto, hacia los demás retos de su vida.

El autor antes señalado considera que hay “que tener motivos para ser optimistas”. Y los motivos evidentemente comienzan con la optimización constante y eficiente de los elementos sensibles de nuestra existencia. Entonces, nacerá todo de una suposición real de posibilidades, y no “búsquedas de milagros”, como aquel que basa toda esperanza de cambio en su vida, en “el juego de la lotería”.

Ante ésta nueva significación del optimismo se entenderá en gran medida porqué las clases pudientes suelen ser las más optimistas. No porque dispongan de más dinero que las otras clases, como el pensamiento pesimista suele plantear.
Sino por ser generadores de su propia realidad favorable.
Ya que constantemente funcionan en base a su “óptimo presente”, sus “óptimas circunstancias”. Además de estar siempre vigilantes para “seguir optimizándolo”, porque aquel que se duerme en los laureles puede caer tan rápido como ascendió. Un millonario que no sea óptimo, se arruinará a mayor velocidad que una persona de clase media.

Por tanto, ésta clase social óptima es inmune a euforias o crisis sistémicas. Están siempre estables. Dominan hasta cierto punto todos los aspectos sensibles de sus circunstancias. En cambio, el resto de los mortales, viviendo en un precario y deficiente presente, no puede ser optimista. Necesita milagros para salir de su situación. Jamás se ha preocupado en pensar en qué es más optimo para el o ella. De hecho, siempre vive en la necesidad, y por tanto, ésta decide por él:

  • Necesito trabajo, da igual como sea.
  • Necesito pareja, da igual como sea.
  • Necesito una casa, da igual como sea
  • Necesito comida, da igual como sea
  • Etcétera…

Optimizando mi existencia

No creo que nadie pueda considerar que no puede hacer nada para mejorar sus circunstancias. Es cierto que al principio, no sabemos cómo actuar. Además, la presión por no equivocarse suele ser más grande al principio. El inmaduro exige siempre más que el sabio, precisamente por no ser “optimo en observar su presente”.

La carencia de tiempo y dinero, detona más estrés si cabe a la hora de cambiar circunstancias y actitudes. Pero aun así, siendo todo tan difícil para ésta clase social “no óptima”, tenemos mucho margen de mejora. Tenemos todo por mejorar.

Si el individuo es capaz de entender la importancia de esos pequeños cambios en su vida, poco a poco sentirá el valor de ser optimista optimizador: Confianza en uno mismo. Los retos no han de ser grandes. Han de ser razonables y posibles. Y en la medida que descubramos que hemos mejorado algunas cosas, entonces ya tendremos la voluntad y confianza necesaria para otros retos más ambiciosos.

Soy Optimista

Dicho lo cual, el optimista es aquel que pretende mejorar constantemente los aspectos ineficientes de su vida. Ese es el compromiso. Mientras se haga algo por ello, sea esto minúsculo o incluso sin acierto al principio, nos podemos considerar optimistas. Evidentemente, en las personas que han entendido esto no de forma esperanzadora, sino como filosofía de vida.

No hay nada más satisfactorio que intentar hacer las cosas de la mejor manera posible, a pesar de los resultados. Para ello se ha de ver que el éxito está en la acción, no en su fruto.
Que lo importante al final es jugar bien, y no ganar.

Y, para aquellos que aún desean las victorias, que entiendan que jugando bien, con perseverancia en no abandonar ante los errores, será cuestión de tiempo que exista algún triunfo. Es una cuestión matemática. Con el gran valor en éste caso de ser un triunfo sólido, y no uno fugaz y portado por la caprichosa suerte.

Sean optimistas entonces.

Artículos Relacionados

Aunque ya pueda disfrutar de nuestro contenido, estamos en proceso de construcción. Disculpe los fallos que pueda encontrar o dificultades en la navegabilidad en el sitio. Muchas gracias.