Dark Light
Aún inmersos en la burbuja de los Tokens no fungibles, éste artículo pretende reflexionar someramente sobre sus sombras, y por supuesto mostrar alguna luz.

Les voy a contar una historia:

Eduardo Valfierno, también conocido como  Marqués de Valfierno, fue el presunto autor intelectual de uno de los robos más mediáticos de la historia. El famoso robo de La Gioconda (Mona Lisa), ocurrido el 21 de agosto de 1911.
Según cuenta la leyenda, Valfierno, conoció a un artista especializado en falsificaciones de obras del renacimiento, llamado Yves Chaudron, y con él, se le ocurrió una de las estafas más perfectas de la historia moderna. Ya que, la verdadera voluntad del supuesto noble Argentino no era quedarse con el famoso cuadro cuando fuese robado. Su plan era muchísimo más astuto y lucrativo que pasar a la historia por ser el autor del robo de una de las piezas artísticas más famosas de la historia. Su plan, fue digno de las mejores películas de Hollywood, si aceptamos su veracidad. Sea cierta o no, la historia merece ser contada.

Lo primero que hizo fue buscar a coleccionistas privados que estuviesen interesados en pagar una gran suma de dinero por una gran obra robada. Nuestro marqués consiguió apalabrar la venta de la Mona Lisa con nada menos que seis coleccionistas que, a cambio de una interesante suma económica recibirían el famoso cuadro de la enigmática sonrisa, cuando esté fuese substraído. Invitó por supuesto a estos compradores a que tuviesen preparado el efectivo para realizar la transacción enseguida conocieran la noticia del robo.

Lo siguiente, era encontrar a la persona adecuada para realizar el robo. Así fue como contactó con Vincenzo Peruggia, un modesto hombre italiano que trabajaba como carpintero en el Louvre , que alentando su rancio nacionalismo, le prometió una interesante cantidad económica por robar el cuadro del Museo, y con ello conseguir además que el cuadro «sea devuelto a su patria». Suficiente argumento para convencer al humilde trabajador de que su acción era noble.

En aquella época, el museo estaba haciendo unas obras y era frecuente que algunos obreros se quedaran por las noches trabajando. Así, el 21 de agosto de 1911 a las 8 de la mañana, Peruggia descolgó el cuadro, aprovechando un descuido del guardia de seguridad, y en el hueco de una escalera lo despojó de su marco ocultándolo debajo de su amplio abrigo. Al acabar su jornada laboral se retiró tranquilamente sin llamar para nada la atención saliendo por la puerta principal.

Un plan maestro

La notícia del robo fue todo un impacto en la sociedad francesa. Como se podrán imaginar todos los empleados fueron interrogados, incluyendo a Peruggia, pero ninguno resultó sospechoso para la policia. Las fronteras se cerraron y se registró a todo barco y tren que partiese de Francia. Aunque, sin pistas sólidas, la investigación no prosperó y la prensa reflejó toda clase de especulaciones sobre el autor de tal osado robo.

Nuestro marqués Argentino era una persona paciente y meticulosa. Esperó nada menos que catorce meses antes de dar la orden del robo al obrero del museo. La razón era que mandó realizar al falsificador con quien configuró su estafa, Yves Chaudron, seis copias de La Gioconda de gran calidad sobre madera de álamo original del siglo XVI. Los óleos que hizo él mismo, fueron realizados con los procedimientos y componentes habituales de la época. Talento y paciencia en dosis similares. Al final, se consiguieron seis copias perfectas para los seis compradores que tenía apalabrados. Cuando llegó la noticia del robo, todos los compradores pensaron que la copia que recibieron era la auténtica Mona Lisa. ¿Por qué dudar de tal cosa? Por tanto, con gran satisfacción cada cual pagó lo acordado a su falso ladrón.

Peruggia esperó y esperó con el cuadro nada menos que dos años. Nadie contactaba con el porque como es evidente ya no era necesario. Valfierno había conseguido importantes sumas de dinero con una jugada absolutamente legal. ¿Quién iba a denunciarle por la venta de una copia de la Mona Lista? Había vendido copias a compradores que creyeron pagar por algo auténtico, y mientras no se encontrará el cuadro, no se destaparía la estafa. El 22 de diciembre de 1913, Peruggia , harto de esperar, se puso en contacto con un coleccionista italiano a quien le ofreció la pintura por medio millón de liras, y la obligación de que el cuadro retornase a su amada patria. La entrega se realizó en la vía Borgognissanti (Florencia), y mientras el especialista Giovanne Poggi certificaba su autenticidad, la policía arrestaba al ladrón. Vicenzo Peruggia fue juzgado en ese país y condenado a un año y quince meses de prisión.

El problema de las copias

Me imagino el monumental enfado de los estafados al comprobar que sus Mona Lisas eran meras copias. Durante dos años se sentían orgullosamente propietarios de una pieza única. Pero, de repente, las noticias confirman que lo que disponen es de una extraordinaria copia del original. Yo ahora invito a la siguiente reflexión:

¿Una copia extraordinariamente fiel no es de alguna forma el original? ¿Qué es lo que ha cambiado su sentimiento de orgullo a mirar la obra que tenían en su cubil?
Durante dos años antes de conocer la falsedad, sentían que han pagado un buen precio por algo extraordinario. Al saber que es una copia, se sienten inmediatamente estafados. ¿Qué es entonces lo que da valor a la obra? ¿Su belleza, sus materiales? No señores, nada de eso. La propiedad es lo que da valor a la obra.
Los calzoncillos de Elvis Presley valen lo que valen, solo porque los poseyó él. Y ésta parafilia humana, lo de poseer lo que uno poseía, es lo que realmente resuelve el token no fungible.

Los Token no fungibles no son más que archivos digitales asociados de forma única en una red Blockchain a través de un contrato inteligente. Lo que significa esto es que el archivo está vinculado a una dirección única, nacida de una billetera igualmente única, que a partir de ese instante se convierte en el propietario de la información.
Pero, ¿Ese archivo es imposible de copiar?
Existe mucha confusión al respecto y me gustaría aclararlo.

Hasta el día del nacimiento de ésta nueva tecnología no era posible garantizar la propiedad de un archivo digital. El nuevo mundo de información que hemos creado, en el que compartimos nuestra vida totalmente virtualizada, es un mundo de copias de copias. Los servidores mandan copias de su información a los clientes, y estos mandan copias de su información a los servidores. Ésta sería la forma más simple de explicar como trabaja internet. Tenemos nuestros datos duplicados y esparcidos por infinidad de bases de datos, y casi casi tenemos tantos perfiles como sitios visitamos. No hay forma de realizar un archivo que de alguna forma se comparta sin generar copia.

Nuestros estafados no querían disfrutar de la Mona Lisa. Querían la propiedad de Leonardo implícita en el cuadro que creó. Soñaban con traspasar esa propiedad a sí mismos, saltándose la legislación vigente que regula la compra-venta de las cosas. Querían hackear “el contrato de propiedad”.

Contratos inteligentes

Una licencia de uso de software, por ejemplo, obliga y responsabiliza al propietario del cumplimiento de unos términos y condiciones establecidas dentro de sus cláusulas.​ Se le dará un conjunto de permisos que un desarrollador le puede otorgar a un usuario en los que tiene la posibilidad de distribuir, usar o modificar el producto bajo sus condiciones, con unos plazos de duración, territorio de aplicación de la licencia (ya que la licencia se soporta en las leyes particulares de cada país o región), e infinidad de otras cosas que tendrán que ser controladas por autoridades competentes. Todo está subordinado a la voluntad del comprador o vendedor de respetar el acuerdo. Eso significa que si se rompe alguna de las condiciones será necesaria la mediación de una autoridad competente, con los correspondientes gastos de tiempo y dinero, y por ello, la inevitable existencia de una desconfianza entre las partes. Por ejemplo, no hay forma humana de evitar un hackeo en la seguridad de ésta licencia, por mucho que se apliquen en ello, tanto para ser copiada, utilizada en otro dispositivo, o cambiar las condiciones de la misma. De nuevo, las autoridades competentes tendrán que actuar contra los infractores.

Hasta el nacimiento del blockchain era imposible garantizar los acuerdos de un contrato, o evitar toda suplantación o duplicación maliciosa, sin el engorro trámite de la supervisión de una autoridad legal que arbitre en cualquier incumplimiento.

Los contratos inteligentes pretenden eliminar toda necesidad de autoridad alguna para garantizar los derechos de un acuerdo mercantil. Es el diseño del código en donde se establece las condiciones, y el mismo código es la ley. Al ser entonces un elemento automático, carente de voluntad maliciosa o partidista, se puede garantizar los cumplimientos contractuales que seamos capaces de traducir en código.
Un contrato inteligente estará de por vida, o al menos hasta el fin de la existencia de su red blockchain, inviolable e inmutable en la red para la comprobación de cualquier interesado y para su fiel ejecución. Por su propia naturaleza es imposible de alterar, y lo más importante, su copia no puede reproducirse. Al estar publicado el contrato en un bloque determinado de la blockchain dispone de un hash único, con la información sensible e importante asociada al bloque. Aunque copie toda la información del contrato, el hecho de tener que publicarlo en la blockchain posteriormente, creará otro hash criptográfico único que lo diferenciará del original. Basta comprobar la dirección del primer contrato inteligente para que se destape que mi contrato es una mera copia. En éste sentido, hemos logrado hacer único a un archivo digital. Y éste es el comienzo de la revolución de los tokens no fungibles.

Entonces, ¿Se puede copiar un NFT?

Ésta es una carta tokenizada de la plataforma Sorare.

Ésta puesta a la venta por el “módico precio” de 300.519 euros, como comprobarán en la siguiente captura:

Podrán comprobar perfectamente que es la misma imagen con el mismo número de serie si miran el siguiente link, en donde está alojada la imagen.

¿Cómo puede ser que se pueda acceder a la imagen? Porque lo que es inmutable es el contrato inteligente no los datos asociados a ellos.

De hecho yo podría emular al marques argentino con el que he iniciado el artículo y encontrar algún coleccionista adinerado sin muchos conocimientos en blockchain, inocentemente podrá confundir a la obra con el contrato inteligente, y por tanto, yo podría generar mi propio contrato en la misma blockchain y vendérselo a la mitad de precio. Si no comprueba la dirección del contrato asociada a la plataforma que le dio vida, el incauto habrá adquirido una copia de un valioso NFT. Solo descubrirá la estafa como nuestros “amigos estafados en el robo de la Mona Lisa”. Cuando compruebe que la verdadera carta de Cristiano Ronaldo se ha vendido a otro postor, o cuando compruebe que su carta comprada no está en el contrato de Sorare.

Debemos entender entonces que la revolución en éste sentido no es que los archivos sean únicos, algo que se dice y que es engañoso, sino que lo que la propiedad de una información dada, está asociada de una forma inmutable y totalmente auditable, a una dirección de una blockchain. Y por tanto, en entornos que soporten ésta tecnología, esa información asociada en el contrato inteligente correcto con mi propiedad, me permite venderla a otros usuarios o usarla para algún fin en los portales preparados para ello. Con la total garantía de que esa información es única y diferenciada en ése ecosistema.

¡Mío, mío, mío!

En wikipedia leemos lo siguiente sobre los tokens no fungibles:
“es un tipo especial de token criptográfico que representa algo único”.
Una representación no es más que eso, la posibilidad de que en un entorno específico ése activo criptográfico sea tratado como algo único. Los entornos específicos son la blockchain en donde se realizará el despliegue del contrato inteligente que creará los tokens, y que en el se asociará la información con la cuenta de un propietario. Luego crearemos un portal amigable, con las tecnologías de desarrollo web ya conocidas, para que éste token asociado a un propietario, pueda mostrarse, y dentro de ese espacio con las normas que se establezcan, utilizar, vender o intercambiar, dentro del sistema o sistemas que soporten tokens con el mismo standard.

En la siguiente imagen aparece la ID del token de la carta de Cristiano Ronaldo con el contrato que lo ha creado.

Si entramos dentro del contrato, podemos comprobar la propiedad del token. Buscamos la función ownerOf que será la encargada de decirnos quien es el orgulloso dueño de ése preciado token. A continuación la captura con la devolución de la dirección propietaria de la carta.

Fuera de la plataforma la información del token no es más que una imagen más, un archivo de sonido, un texto, un vídeo, etcetera, tan vulnerable a copias o alteraciones como cualquier otra información. Por ello la autenticidad de un token no fungible está más asociado al contrato que lo generó que a la naturaleza exclusiva del mismo. Porque únicamente a través de la interacción con ése contrato se podrá ser propietario de él, que al fin y al cabo, parece ser el verdadero hito de ésta tecnología: Conseguir ser propietario de algo.

Antes he copiado una carta que no era mía dentro del ecosistema de Sorare. En cambio la siguiente si es mía.

Significa que yo dispongo de una cuenta de Ethereum que está registrada en el contrato inteligente de Sorare como propietario de ella. Éste contrato inteligente ha creado cien cartas serializadas de éste jugador, que se han puesto a la venta en su espacio.
¿Podrían crear mañana cien más? Por supuesto que si. Entonces, ¿Por qué no lo hacen para ganar más dinero? Porque se rompería la representación de escasez asociada al artículo. Sería como romper la ilusión del juego. Sería como decir que el Emperador ésta desnudo. Mientras se siga respetando la serialización de la información, nadie se dará cuenta de que, al fin y al cabo, no es más que una imagen tan clonable como cualquier otra.

Aquí, en mi artículo, no es más que una imagen más, sin valor, como las copias de la Mona Lisa para sus estafados. En cambio, ésta misma información dentro de la blockchain tiene un propietario y un valor en Ethers. Yo puedo venderla al mejor postor, para que sea usada en la plataforma que la creó, o vendida a coleccionistas en portales que soporten su protocolo como OpenSea. Fuera de esos entornos virtuales dentro del mundo virtual de internet, no valen nada.

Sombras y luces de los NFTs

Los tokens no fungibles son toda una revolución digital. Lamentablemente se están haciendo muy populares por una de las partes más polémicas de nuestra sociedad moderna:
La especulación.

Que los artistas puedan vender sus artículos digitales no es nada nuevo. Constantemente se venden fotos, vídeos y templates profesionales sin ningún problema en la red. Lo nuevo, es que ahora puedo demostrar que un artículo digital es mío.

Ésta enfermiza obsesión del ser humano por ser el poseedor de “ésa cosa que tienes tú”, se expresa en toda su dimensión en éste nuevo mundo virtual.
Un mundo carente de sentido común, y por tanto, totalmente desmadrado. Las burbujas son precisamente eso: El desconocimiento del verdadero valor de algo.
El mundo de los token no fungibles es ahora un gran caladero de pesca para estafadores y grandes especuladores. Vayan con cuidado en ése mundo. Todo es una estafa hasta que se demuestra lo contrario. Entiendo que la tentación de la especulación es muy grande, y si deciden entrar en él, deberán aprender a jugar con fuego si no quieren quemarse.

Por otro lado, los tokens no fungibles nos abren a la posiblidad de eliminar muchísimos trámites engorrosos de la vieja sociedad. Podrán determinar la autenticidad de infinidad de trámites de nuestra vida. Prácticamente toda la administración pública puede ser tokenizable, al igual que cualquier entrada, cupón, u objeto serializable como la contratación de una habitación en un hotel, billete, vuelo, seguro, etcetera. Toda cosa que deba demostrar una propiedad podrá ser expresada en un Token no fungible. Ésta es la verdadera revolución. Se podrán tokenizar los registros de propiedad, certificados, y demás papeles oficiales, como todo el trabajo notarial existente.

Los token no fungibles además nos ayudarán a no tener que replicar nuestra información en cada lugar que nos lo demanden. Nos permitirán que seamos, por primera vez en nuestra historia, propietarios de nuestra información sensible.
Seremos nosotros quienes elegiremos quien debe o no tener permiso para comprobarla.


Que hasta ahora los tokens no fungibles sean conocidos por los escandalosos pagos de piezas artísticas u objetos virtuales de juegos, solo significa que nuestra sociedad aún no ha comprendido el viejo adagio del sabio que decía, “Necio es aquel que confunde precio con valor”. ¿Qué precio ha de tener una obra de arte? ¿Vale lo mismo algo físico que algo virtual? ¿Nuestra vida virtual puede llegar a tener más valor que la real? ¿Cuál es entonces nuestra verdadera vida?


Los seres humanos somos ostentosos y desmedidos, que le vamos hacer. Creo que no hemos descubierto nada nuevo. Simplemente éste artículo pretende mostrar las sombras, en mi opinión, de éstas “estrellas del rock” que parecen ser los NFTs.
Sobre las luces de ésta nueva tecnología hemos hablado muy poco. La locura, seguramente transitoria, que se ha generado alrededor de ésta importante novedad tecnológica, no debería empañar la revolución práctica que representa para nuestras vidas.
Los Tokens no fungibles pueden solucionar y facilitar muchas cosas, y prometo realizar un artículo en el futuro que hable más en concreto de éstas luces. De éstas grandes soluciones que los tokens no fungibles pueden ofrecer a la humanidad.
Aquí, en éste artículo, me ha parecido más interesante señalar las sombras, que inevitablemente tiene cualquier tecnología humana.

Esperemos que haya sido de su agrado.

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