Dark Light

Si existe un verdadero reto para la humanidad, cuando salga alguna vez de sus problemas relacionales, es dar explicación al misterio de la naturaleza de la consciencia. La ciencia está atrapada en lo conocido, la filosofía occidental no ha rascado más que la superficie, y la oriental, se nos muestra enigmática para muchos curiosos que se acerquen a ella.

No pretendemos que este artículo sea una tesis al respecto.
La propuesta es una rápida revisión de los dos modelos de pensamiento, para comprobar que aspectos nos pueden aportar cada postura, sin necesidad de descartar ninguno. De ésta manera, adquirir material de forma resumida, que pueda otorgar material para la construcción de una propia opinión. Más lejos considero muy arriesgado avanzar. Entonces, entremos a analizar las posturas a tiempo de hoy.

La consciencia como propiedad emergente del cerebro

Para la ciencia occidental, la teoría más aceptada es que la consciencia es una propiedad emergente del cerebro, a través de una gracia de sincronización de ciertas partes cerebrales en el neuro-cortex.

La atención, sería la propiedad dinámica de ésta consciencia. Pero aquí hay un problema. Lo que no podemos medir es quien parece manejar esa atención, y por tanto, quien o qué, “es consciente”. Cuando se ha estudiado a la capacidad de enfocar la atención hacia un objeto u otro, hacia adentro o hacia afuera, etcétera, ése darse cuenta, no solo no se ha podido determinar “Donde está ese yo”, donde se localiza ese centro, sino que la sensación de ser el autor voluntario de estas acciones, parece ser una total ilusión.

Por tanto, el principal problema de la ciencia no es tanto “de donde surge la consciencia”, eso lo tiene más o menos decidido sino cómo surge la auto-consciencia, sino existe en el cerebro ningún centro, ningún lugar en donde se procese esa experiencia coherente y estable, tal como se nos presenta en nuestra experiencia subjetiva. La verdadera naturaleza y gran misterio del ser humano no es el ser un animal que sabeHomo Sapiens, sino que es un Animal que sabe que sabe: Homo Sapiens Sapiens, ese darse cuenta de los procesos cognitivos, y por tanto, poder tanto “dejarse llevar por ellos”, como “controlarlos, dirigirlos, manifestarlos”.

Así, la ciencia se encuentra con un montón de problemas a la hora de medir esta consciencia de si mismo. Para empezar, solo el 2% de los procesos cerebrales son conscientes.
Después no sabe donde está o como se produce ese sentimiento de yo soy, que nos da esa clara sensación de subjetividad, esa certeza de ser, por la cual sabemos que tenemos una mente que percibe sensaciones, percepciones, pensamientos y sentimientos. Una vida interior.

Al final todos estos intentos de buscar un Yo consciente en el cerebro, solo ha determinado y demostrado la total ilusión e inexistencia de un Yo con voluntad. La Ciencia Neurológica , sin pretenderlo, ha traído las pruebas científicas que validan la tesis de la Filosofía Cognitiva Oriental, que establece la total ilusión del Yo y la naturaleza imaginada de la existencia (Maya).

La naturaleza intangible de la consciencia

Concluyendo con todo dicho, la ciencia determina como Hard Problem el paso cerebral de lo objetivo a lo subjetivo.
Detecta las funciones de las áreas cerebrales, sabe, más o menos, como procesa el cerebro la información, como la relaciona entre sí, y todo lo que esté vinculado con la especialización de las áreas. Pero no sabe como todo eso se lleva a una auto-consciencia, y donde ésta pueda estar.

Considero que David Chalmers explica muy bien ésta paradoja científica.
El fue quien acuñó el termino Hard Problem de la consciencia:
¿Cómo explicamos la conciencia?

Otros científicos, como Roger Penrose en La nueva mente del Emperador, postula que la comprensión humana no es computable. Y de esta forma la ciencia puede estudiar el contenido de la consciencia pero no la consciencia misma.

Esto nos ha llevado a intentar arriesgarnos en otras concepciones científicas. Una de ellas es tratar a la consciencia no como una propiedad emergente del cerebro, sino como una especie de cualidad fundamental de la misma naturaleza, como defiende David Chalmers.

Otros autores, como el filósofo Alva Noë, rechaza la teoría de que nuestra experiencia del mundo se originen en conexiones neuronales cerebrales. Éste autor nos dice que por el contrario, la consciencia emerge de nuestra interacción con el entorno mismo. Explica que no somos nuestro cerebro, en su conocido libro, “Fuera de la cabeza“. El cerebro, según él, da lugar a la consciencia al permitir un intercambio entre la persona, el animal y el mundo.

Foto del escritor Alba Noë

La consciencia como espacio

Al igual que el espacio del universo, que para ser medido necesita de dos objetos que hagan de referencia, la ciencia en el estudio del cerebro, mide la consciencia a través de la información que el campo cognitivo disponga.

Podemos conocer el contenido pero no la naturaleza del contenedor. La ciencia entonces dice que es asunto para la filosofía, ya que ella solo se ocupa de la medida de las cosas, de lo que se puede ver. El asunto es parecido a intentar dilucidar la naturaleza del observador, que colapsa la función de onda en la teoría cuántica. Se sabe que es el observador quien determina la naturaleza corpuscular del universo, pero ello no se investigará. ¿El motivo? No se puede. ¿Cómo se observa al observador? Entonces solo nos queda la filosofía oriental para intentar encontrar alguna respuesta.

Postura oriental

Para la Filosofía Cognitiva Oriental la consciencia está relacionada directamente con la naturaleza comprensora de la mente, atributo Budhi. Sería un espacio atencional en donde los estados cognitivos aparecen, se modulan como materia sutil y dinámica, y se estructuran y solidifican a través del hábito atencional. Esto quiere decir, que a medida que atendemos de una determinada manera, más estable es esa realidad. Pero no porque la realidad sea estable, sino por la “cualidad atencional”, que ésta manifieste. De igual forma, la información traducida por nuestro cerebro, está altamente condicionada a las estructuras de entendimiento que se hayan formado en ella. Así, no se puede ver aquello que no se ha establecido idea afín, o, se disponga de experiencia directa coherente para traducirla.

Dependiendo de como se configure la información, tendremos un estado cognitivo diferente del otro. Así el termino, “Estado de consciencia“, no sería tan correcto desde el modelo oriental. Porque la consciencia es el espacio en donde la cognición aparece. Y lo que cambia es el campo de información, que se moldea en base a ella. Entonces, lo moldeable, lo cambiante y diferente en cualidad, son los campos de información que la cognición procesa, y dan nombre a los estados. Vigilia y sueño, concentración, estado sujeto-objeto, no son más que configuraciones del contenido de la mente con sus múltiples variables. La consciencia no cambia jamás, como el espacio del universo solo manifiesta lo que contiene.

Entonces se deberían de hablar de estados cognitivos en la consciencia y no de estados de consciencia. El espacio consciente es un continuo para oriente. Y lo que es cambiante y dinámico, es la “materia de la mente”. Como si fuese una plastilina que conforma formas y cualidades, en relación “al fuego atencional” que lo cocina.

Proceso de construcción de un elefante con plastilina

Nuestro cerebro genera inconscientemente todos los procesos de percepción de la realidad, y genera objetos formados por otras piezas, que ante una atención precisa, podemos determinar su construcción y naturaleza. La posibilidad de “colocarnos en el espacio”, y desapegarnos de los objetos, nos otorga la posibilidad de discernir la naturaleza de los mismos. Ésta es la alternativa oriental. Occidente, ya empieza a trabajar con éstas perspectivas. De hecho, el concepto de Defusión cognitiva, no es más que aceptar éste principio de la desidentificación interna, tal hablado en la filosofía oriental. Sin embargo, de nuevo, nos encontramos ante el límite. Trabajamos sobre el objeto, y no sobre lo que observa. Oriente nos invita a colocarnos ahí, y esperar. Estar vigilantes. Porque la naturaleza de la consciencia es no objetivable. Es nothing. “No cosa”. Que no significa que no sea nada, sino precisamente eso, no cosa. ¿Han sentido alguna vez alguna experiencia sin objeto en ella? Ésta es la invitación de oriente. Ésta es la práctica de la meditación. No descubrir mundos alucinantes, sino indagar en su ausencia. ¿Es posible ello? Descúbranlo.

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