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Para lograr resiliencia es necesaria de otra virtud extraña. La honestidad. La que acepta nuestros límites y debilidades como principio motivacional.

Vamos a intentar reflexionar juntos. Quizás en algún momento del texto ya no esté de acuerdo conmigo y no me acompañe. Pero le invito a que me lea hasta el final para intentar ver otra perspectiva. Luego usted por supuesto puede pensar lo que considere al respecto.

Vamos a indagar sobre el logro de cierta resiliencia partiendo de la honestidad. Que tal virtud tan valorada en nuestros días necesita de ésta. En el artículo intentaremos argumentarlo. Pero antes de llegar a la resiliencia a través de la honestidad, deberemos llegar primero a ella. Veamos la dificultad.

No podemos ser honestos si no somos humildes. Y partir de ése espacio, la verdadera humildad intentaremos llegar a la resiliencia. La humidad proviene de la misma raíz etimológica que Humus. El Humus es el sustrato que enriquece a la tierra, por el cual las plantas pueden nutrirse y otorgar por ello los mejores frutos.

A partir de nuestro propio sustrato de humildad nacerá la auténtica honestidad, aquel que es incapaz de engañarse a sí mismo, y no por ello se martiriza. A madurado.

Ser honesto es, etimológicamente hablando ser honrado. Y no tanto por el hecho de defender causas justas y recibir por ello alabanzas. La honradez es no engañar. Y en éste caso, en la cuestión del desarrollo personal, quien no se ha de engañar es uno mismo.

El honor de ser, en éste caso, es asumir como digna cualquier imperfección y circunstancia.
Comprender, de verdad, emocionalmente, que necesitamos desarrollarnos constantemente, ya que no existe ningún ser humano que venga hecho al mundo.

El paso del tiempo no nos madura como al fruto de un árbol. No hay madurez sin comprensión emocional de uno mismo. Sin amor por saber, por aprender, difícilmente llegaremos a asumir éste constante aprendizaje que es existir, a la vez, que asumir toda dificultad en el camino. No es agradable. No gusta aceptar limitaciones, y es por éste rechazo que rara vez se utilizan como motivación misma.

Todo el mundo sufre

El sufrimiento, es la señal de la falta de comprensión en nuestra percepción.
El corazón nos avisa que dispone de certezas negativas respecto a nosotros y nuestra vida. En el caso del sufrimiento, nos indica que ahí, algo se ha tocado. algo no encaja. El sufrimiento no es el rechazo natural a un malestar, a algo que no nos gusta. Desaparecido el malestar, desaparece la inquietud interior. El sufrimiento es el rechazo al dolor mismo, a nosotros o nuestras circunstancias. Cuando el malestar no desaparece es cuando es sufrimiento. Lo que lo está ocasionándolo es una certeza en el corazón. Algo hemos dado por hecho respecto a nuestra naturaleza o la del mundo. Es entonces cuando debemos sacar los “microscopios interiores” para indagar sobre las causas de nuestro malestar. No asumirlo sin más. Se asume que se sufre como cualquier otro humano. De hecho, eso es lo que nos une. Todo el mundo sufre. Cambia la razón, nada más.

No más quejas respecto a mi

Cuando investigamos con una actitud que no busca el masoquismo, ve el detalle de nuestro sentir. El sufrimiento es nuestra carga, se objetiviza, y no es mi esencia. Con ello se puede conseguir la defusión cognitiva necesaria para soportarlo y descubrir nueva información que pueda cambiar nuestra relación con él. Porque si uno no es lo analizado, entonces, no analizará nada. Lo viviremos, únicamente.

El sufrimiento más grande…

El sufrimiento más grande, es aquel que carece de sentido. Ya que todo lo que se siente en un ser humano, todo, absolutamente todo, dispone de su razón y causa. Por tanto, la resiliencia se manifiesta naturalmente ante la actitud científica de introspección interior sobre ésa causa oscura. No la actitud heredada de elogio y castigo, que nos lleva a la tortura cíclica o al adormecimiento en nuestros logros. Existen muchas situaciones sin sentido para el corazón. Y son éstas las que generan el tormento más grande, que puede llegar a la locura. La razón se ha de descubrir.

Descubrir los mecanismos y certezas de nuestra psique, se vuelve asunto indispensable para vivir. Y para ello se necesita de ésta actitud científica desde una verdadera honestidad interior. Quizás, el primer logro es ese: Lograr honestidad interior.
Y para que eso ocurra debemos comprender las causas de nuestros profundos engaños.
Reconocer, humildemente, que somos todos iguales ante éste reto. Ni peores ni mejores.
No hay sufrimiento más grande que otro. No se está más perdido que otro. Todos y todas, estamos igualmente perdidos en nuestras particulares angustias y deseos. Cuando el problema se generaliza se despersonaliza. Ya no es nuestro problema, es el problema del ser humano en su totalidad. Y es entonces cuando puede nacer la relativa paz con nosotros y el resto del mundo para empezar a descubrir los dilemas que atormentan a la humanidad. Los dilemas que siempre nos han acompañado desde el comienzo de los tiempos. Los dilemas que en todo ser humano se forman, y por tanto, común camino que debemos andar todos y todas. Solos. Con humildad y coraje.

Entonces dejamos de ser especiales. Dejamos de ser lo más atormentados. Y nos convertirnos en guerreros que, a través de nuestras limitaciones, intentarán mejorar en aquello que se tenga en las manos. Sin engaños. Con ésta actitud aparecen al tiempo unos beneficios jamás imaginados. Una satisfacción constante y continua. Una satisfacción que no se acaba con el tiempo. Una felicidad no condicionada.

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