Dark Light

Se trata de una de las aspiraciones mejor vistas por nuestra sociedad. La búsqueda de la seguridad en uno mismo, es uno de los deseos más generalizados en el ser humano moderno.
La autoconfianza se demanda también como atributo social.
Es necesaria para hacer una entrevista con éxito, para hablar en público, para tener una rica vida social, para afrontar importantes retos, para dar una buena imagen a los demás, para realizar exámenes, para la competición profesional o amateur, etcetera, etcetera.

Pero ¿A qué llámamos autoconfianza?

Si preguntamos a una persona que nos transmite seguridad en sí misma, probablemente no sabrá indicarnos de que se trata esa supuesta seguridad que transmite. La razón de ello es que la seguridad en uno mismo, no es un objeto psicológico.
Es decir, “no se tiene más o menos seguridad”. No es una sensación, emoción o sentimiento. Es nuestro juicio el que etiqueta ciertos comportamientos como seguros y otros como inseguros. En realidad, la seguridad en uno mismo, no es más que la ausencia de miedo, de ansiedad en la acción. No es un logro que pueda adquirirse. Es una ausencia psicológica.

La apetencia de fruto

En el mundo del deporte de élite existen muchos profesionales que pasan malas rachas. De repente, un buen día, cuando han llegado a ciertos objetivos personales, lo general es que pasen ciertas crisis de confianza. La pierden. Y generalmente, no saben porqué. ¿Qué confianza se ha perdido?
Hasta entonces el deportista manifestaba su talento de forma natural. Éste, le ha llevado al éxito. Señalo éste punto importante, es nuestro talento quien nos puede llevar al éxito, no nosotros.

¿Y a qué nos referimos con nosotros?
Al ente psicológico que se apropia de los frutos de nuestros talentos. Si soy un buen futbolista, generalmente fue porque me encantaba jugar al futbol. Probablemente, tuviese facilidad para adquirir las técnicas necesarias para dominar éste juego.
Probablemente, estuve durante años jugando el máximo de horas posible. Todo ello hecho por el mero disfrute de hacerlo. El futbol salía de mis botas, y me limitaba únicamente a estar atento al juego.
Este talento me abrió las puertas a cada vez clubs más importantes, pero sin intimidarme. Seguía jugando quizás con un deseo de llegar a un gran club, pero sin obsesión. tendría mi favorito e ilusión de acabar ahí, pero seguía disfrutando jugar. Finalmente, lo conseguimos. Llegamos a la élite, y somos conscientes de nuestro éxito.

Pero, si un camino fue progresivamente exitoso, y en él no se viven las razonables dificultades, en el momento que determinamos que hemos llegado a un puesto de importancia, con su alta competitividad, puede que empecemos a dudar de nosotros ante los primeros inconvenientes serios. Hay que defender el pedestal. El mero hecho de dudar, enturbia nuestro hacer.
Ya nos miramos de otra forma, y ya, puede ser, que no disfrutemos tanto de jugar. Nos fijamos cada vez más en los resultados y empezamos a estresarnos por no alcanzar lo esperado.

Supongamos, que por estadística, nos toque vivir una mala racha. Supongamos, que por mala suerte, un compañero sustituto explota su talento al sustituirnos mientras nosotros fallamos. Nos intimidamos, y por primera vez, esa imagen de gran jugador que se hizo sola, jugando al futbol, se tambalea.
Se siente amenazada.

La apetencia de fruto, ganar, va en contra nuestra. El deseo se transforma en necesidad. Una cosa es querer ganar, que puede ser motivador de forma razonable, y otra cosa es necesitarlo. Como no entendemos lo que nos pasa, los nervios afloran y nuestra concentración desaparece, y aquí, se acabó la seguridad.

Si necesito meter goles no puedo concentrarme Tengo la necesidad de ganar. Necesito meter goles. Entonces, durante el juego, mi personalidad aparece cuestionándome al momento después de la reacción. Cuando fallo gesticulo con ira, me enfado ante la falta de acierto de mis compañeros, y en general, estoy ansioso, con actividad protagónica en mi mente. Es fácil provocarme por insultos e insinuaciones de los contrarios. Ya no habla el futbol, a través de mi.

Tangana en un partido de utbol

Si aparece el pensador y su historia, entonces no está el futbol. Nunca estuvimos cuando nos concentramos. Nunca estamos, cuando el talento está.

Conclusión

No se puede estar enfadado y concentrado. No se puede estar deprimido y concentrado. La concentración desaloja a nuestro “Yo” y aparece una cognición total, no fragmentada, que en este caso se trata de la información cognitiva del juego, y el fluir con las acciones en nuestro presente.

Es una paradoja. Si se desea demasiado algo nos aleja de ello.
Somos seguros en todo aquello que el fruto de la acción no es nuestro enfoque durante la tarea, sino que lo protagonista es la acción en sí misma o la situación. Para eso, debemos de tener talento o interés en lo que acontece. Debemos, de alguna forma, desaparecer de nuestra cognición.

La capacidad de concentrarnos en lo que está aconteciendo, nace cuando el cuestionamiento psicológico desaparece o es emocionalmente inocuo.

Si necesito un trabajo, me pondré nervioso, tartamudearé por ejemplo. En cambio, quien no esté estresado por una situación, se podrá reír incluso de sí mismo, si éste aparece. ¿Ello le dará el trabajo? No, no tiene porqué. Tampoco se pierde una entrevista por estar nervioso. La seguridad en uno mismo no nos dará obligatoriamente el fruto deseado. Pero lo que es seguro, es que la impresión de seguridad personal será captada por los demás, afectando en su decisión. Por eso, muchas personas parecen seguras de sí mismas, cuando en realidad no les importa el resultado. Es decir, cuando les da absolutamente igual hacer las cosas bien o mal. Y esto, convierte a la seguridad en uno mismo, en un peligroso sesgo para quienes lo consideran señal de excelencia personal.

Una persona insegura puede ser mejor profesional que una persona segura. Lamentablemente, el sesgo social es enorme para darnos cuenta de esto. La inseguridad, es nuestra presencia psicológica cargado de dudas. Para realizar una acción correctamente, debemos desaparecer y dejar que nuestro saber hable por nosotros. Esto vale tanto en lo deportivo como en la búsqueda de una buena impresión social. Debemos dejarnos llevar por nuestros talentos. Estos, son los que nos darán el éxito, nosotros, solo las dudas y deseos.

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